Hace dos días, la hoja Domingo traía una palabra curiosa. Era una
palabra de esas que parece griega —y terminó siéndolo—, que uno confunde con otras, que le crea a uno una imagen
inverosímil en la mente: yo, a primera vista, pensé que decía: “Paralítico”. Y
explicaba el Padre Wyssenbach, autor del comentario, que esta palabra venía en
el capítulo 14 del Evangelio de san Juan, en el episodio en que Jesús se
despide de sus discípulos. Les dice: “Yo le pediré al Padre que les envíe otro
consolador que esté siempre con ustedes”. Después de recibir la fe, el creyente
recibe al Espíritu Santo, que lo conforta, que lo anima, que lo consuela.
La dificultad para
definirla proviene, quizá, como pasa casi siempre en griego, del hecho de que
es una sola palabra que nombra decenas de conceptos, naturalmente relacionados.
Dice Wyssenbach que también se traduce como ‘abogado’, ‘acompañador’, ‘amigo’, ‘amparo’,
‘asistente’, ‘auxiliador’, ‘ayudante’, ‘colaborador’, ‘defensor’, ‘iluminador’,
‘intercesor’, ‘procurador’, ‘sustentador’, ‘testigo’, ‘valedor’; e incluso se
utiliza para significa ‘palanca’. Para no excluir ninguna acepción, algunos
traductores no la traducen.
Es
lo que pasa con la igualmente griega paideia,
que tiene tantos significados, siempre relacionados con la educación, que es
mejor decir: “Paideia”, en lugar de intentar una definición en otras lenguas,
que siempre va a quedar escasa. ‘Educación’, ‘cultura’, ‘civilización’, ‘modales’,
‘aprendizaje’, ‘ciencia’, ‘conocimiento del arte’, ‘buena conducta’, ‘ciudadanía’,
‘cosmopolitismo’, ‘tradición’ e incluso ‘literatura’, todas ellas son posibles
traducciones, aunque cada una de ellas se refiere sólo a una arista de su
concepción del ciudadano ideal. Humanitas,
el término que más tarde usaron los latinos para caracterizar lo verdaderamente
humano en el hombre, se le asemeja, y, sin embargo, lo mejor es seguir usando
la misma palabra que usaba Aristótoles... cuestiones del espíritu.